Si creíamos que ya lo habíamos visto todo
en Tailandia era porque todavía no habíamos recorrido las calles de la noche de
Patong.
Unos fines de semana atrás habíamos
decidido hacer una salida familiar a Patong, una de las playas más conocidas de
la zona a la que cabría asimilarla con Lloret de mar. Algo así como la playa
loca de los alemanes, sólo que en este caso mejor deberíamos hablar de ingleses
y chinos.
Si bien su fama intercontinental de la
gran fiesta que provocaban sus calles ya había llegado a mis oídos, esa salida
familiar con el sol escondido detrás de muchos nubarrones no tuvo nada en
particular. Creo que lo más divertido que nos pasó fue el paseo diurno por la calle del pecado y las chicas de la
calle sutilmente acomodadas mirando a Mila como si fuera la noticia del día.
Pero como bien impone su fama, a Patong
había que ir de noche. Y después de una búsqueda furtiva encontramos una niñera que tartamudeaba español y habia pasado años coqueteando con los mismísimos hijos de Valentino
(el diseñador de moda).
Decidimos que era una buena oportunidad para ahondarnos en el show de la “noche Patonginense”.
Decidimos que era una buena oportunidad para ahondarnos en el show de la “noche Patonginense”.
Éramos 4 argentinos y un francés con una
única intención: sumergirnos en el show Patong. Después de una cena frente al
mar, nos merecíamos un postre divertido y apuntamos directamente a la calle del
pecado.
La calle del pecado tiene su propia
dinámica: su comunicación es pura y exclusivamente a través de carteles con una
gráfica de revista porno de los años 70; todos sus escaparates se ofrecen a
puertas abiertas; el negocio lo lideran los vendedores ambulantes.
Pero, ¿qué se vende en Patong?
La primera mercancía que nos ofrecieron:
las russiana girls. Un cartel advirtiendo “Here russian girls” era el
prolegómeno de un show de chicas angelicales que se parecían mucho a las
vendedoras ambulantes que lo ofrecían. Nunca supimos si ellas mismas eran lo suficientemente
emprendedoras como para dar el servicio y hacer el marketing de su propio
negocio o simplemente las dueñas del chiringuito que vendían las carnes blancas
de sus compatriotas.
A medida que avanzábamos por la calle, la
oferta aumentaba y los vendedores
ambulantes se nos echaban encima. El famoso cerveza-bier barcelonés había sido
reemplazado por happy ending massage,
ladyboys service, baile sexy en el
caño y todo tipo de coquetería sexual que se puedan imaginar. Era como un gran
festival porno preparado para convertirse en la foto de la noche de las parejas
inocentes que nos divertíamos paseando por esa fauna absurda. Los servicios a
la carta ofrecidos en las mismísimas calles de Patong eran innumerables pero no
puedo dejar de describir lo que lógicamente son las estrellas de la noche.
Antes os advierto que lo que sigue a
continuación es prohibido para menores de 18 años, no apto para cardíacos y
cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Entre todos los carteles y todas los
ofrecimientos que recibimos tengo que hablarles del “Ping pong &Sexy show”.
Si se están imaginando que el show
consistía en dos mujeres super sexys en bolas jugando al ping pong, están muuuy
equivocados. El ping pong sexy show se compone de unas cuantas señoritas muy
habilidosas que de tan habilidosas juegan al ping pong sin paletas. Y con qué
juegan se preguntarán…si yo también me lo preguntaba...Si, si, si, de esa
manera, cual cañones de guerra! Para los más curiosos, sepan que nos perdimos
el show porque preferimos el tenis al ping pong.
Al siguiente paso apareció el show de las
iguanas. Tranquilooooos, no llegan a tanto (o sí…). No sé quién habrá tenido la
maravillosa idea de pensar que en el medio de todo este ambiente tan sexual, sacarse
una foto con una iguana gorda y desagradable, colgada de tu hombro, era un
negoción. Así de absurda era la fauna del lugar: iguanas y ping pong show, casi
parecidos.
Pero la palma de oro de la noche se la
llevan las drac queens y ladyboys. Y yo que pensaba que ya sabía todo sobre ellos/ellas.
Nunca he estado más equivocada.
Decidimos
sentarnos a tomar una copa en la mismísima calle de los ladyboys. Entre mesa y
mesa rebalsaban las plataformas de las nuevas chicas, con figuras más
prominentes que la mismísima Yessica Rabbit. Su diálogo se limitaba a bajarse
la camisa y mostrar sus relucientes implantes femeninos. Tanto es así que en un
descuido, terminamos con el iris encima de unos pezones!
Podría decir que su show se limitaba a
mostrar lo que el morbo anticipa. Pero entonces conocimos a Ling, una
transexual tan divertida como la misma noche. Ling tenía 40 años, 19 trabajando
en el sector, un padre militar y una simpatía tan practicada que terminó
tomando copas en nuestra mesa y animando al grupo a cambio de unos poco baths
entre las tetas. Hasta respondió a nuestra pregunta de “Did you cut it?” de la
manera más comercial posible: “Cut and ready!!”
Para entonces Patong ya había inundado
nuestras expectativas como un gran espectáculo callejero preparado para gente
como nosotros que solamente se dedica a sacar fotos y hacerlos protagonistas de
un blog.
Perro que ladra no muerde, que le dicen.
ya que nadie se atreve a comentar nada del tema que es un poco picante,yo solo diré una cosa,como me gustaría estar ahí y poder verlo tiene que ser la leche.
ResponderEliminarbueno deciros que por aquí parece que ya ha empezado el verano de verdad y que los esperamos a todos,pau me pregunta cuando vendra el ian
hasta pronto
Jajaja! Jordi, lo que pasa es que los comentarios me los han hecho en el facebook! Y todos se preguntan cómo terminamos ahí, jajajaja. Ya te contaré detalles...
ResponderEliminarDile a Pau que Ian todos los días me pregunta: "Qué están haciendo mis amiguitos ahora". Los echa mucho de menos!