Claro está que si había un objetivo para
hacer este viaje era que Ian conociera los elefantes. Creo que en eso estamos
todos de acuerdo. De hecho, de tan prioritario que era, conseguimos antes ver
elefantes que un lugar donde vivir. Esas
prioridades se midieron según la cantidad de veces por día que Ian preguntaba
por los elefantes y mamá preguntaba
cuándo nos mudamos. Evidentemente, hubo un claro ganador.
Pero esa sutil insistencia de Ian con la
pregunta “mamá, ¿cuándo vamos a ver un lelefante?”, repetida un millón de veces
por día, realmente provenía de la creencia infantil de que los lelefantes
pasarían caminando por la calle tocándonos bocina/el claxon. Y aunque eso por ahora
sólo aparecerá en los cuentos, tan errado el chico no estaba porque ya nos
hemos cruzado por la calle con lagartos, vacas, cabras y hasta un mono! Eso sí, la tecnología
de la bocina/claxon aún no la han adoptado.
El primer fin de semana nos dispusimos a
encontrar un lelefante para Ian. No fue difícil recurrir a la guía típica de
viajes y ver que el parque nacional más cercano nos quedaba a 20km. Pero como
la segunda prioridad también estaba en la ruta de viaje, nos topamos con un
inglés mostrando pisos que nos advirtió de las cascadas secas y nos recomendó ir
a la vuelta de la esquina para hacer un riding
elephant. Durante no más de media hora seguimos los
carteles que iban apareciendo improvisadamente a lo largo de la carretera advirtiendo
no solo un safari por la selva sino también un lelefante bebe.
El acceso al…al…al…al…al mmmmmmm al .........“parque”, tan improvisado como sus carteles, no tenía nada que envidiarle a Villa Fiorito. Creo que en otro momento de nuestras vidas y en otro país no nos hubiéramos
animado a entrar. Pero había que cumplir
el sueño del pibe y ante los primeros indicios de que realmente habíamos
llegado al lugar indicado la cara de Ian se convirtió en una fiesta. Estos son
los momentos en que las palabras no alcanzan para describir una imagen de tanta
alegría.
Nos bajamos y lo primero que vimos fue su
producto estrella: el lelefante bebé. Al vernos, escucharnos u olernos, no lo
sé bien, puso en marcha su maquinaria artísticas
y empezó a moverse para adelante y para atrás, para adelante y para atrás, para
adelante y para atrás, como si estuviera por empezar a bailar claqué. Evidentemente
a Mila eso no le gustó y empezó a llorar como una desaforada, no sé si porque
se dio cuenta que de grande quiere trabajar en la asociación “Salvemos a los animales
de los hombres” o porque simplemente el claqué no es su danza preferida.
En fin, que el resto de la historia la puedo
contar desde el coche con aire acondicionado viendo al bebe bailar
palante-patrás-palante-patrás. O bien quedará en boca del padre y del propio
Ian que lo que más recuerda del lelefante es que “se tiró un pedo y se hizo
caca”.
Pocas imágenes a lo largo del viaje podrán
superar la de Ian con su lelefante.
hola chicos,que bien que lo estáis pasando o eso parece jeje,le enseñe la foto del elefante a pau y todavía esta flipando,me pregunta porque esta encima del elefante.
ResponderEliminaresto del bloc esta muy bien que sepáis que desde aquí os seguimos
un beso para todos
Gracias Jordi!!Dile a Pau que dice Ian que está arriba del elefante porque no tiene miedo!!! Jajajaja.
ResponderEliminarRecuerdos a todos por ahí y seguimos en contacto!
tus relatos me hacen morir de la risa. Me parece que se me va a ser hábito llegar al trabajo, prender la compu, hacer el mate y ver qué aventura tailandesa me espera....
ResponderEliminarBesos linda, buen finde!
Encontré tu blog por caminos muy curiosos y me ha gustado mucho! Compartimos el gusto por escribir sobre viajes. Aquí te dejo mi blog por si te interesa chusmear www.lucatdis.blogspot.com. Espero con ganas tu próxima aventura ! Saludos
ResponderEliminarHola Dulcinea! Muy bueno tu blog! Lo voy a recomendar a todos mis viajeros conocidos para que tenga una mirada diferente de las ciudades! Ahora que ando con tiempo seguramente me sumergiré en tus letras.
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