viernes, 28 de junio de 2013

La calle del pecado


Si creíamos que ya lo habíamos visto todo en Tailandia era porque todavía no habíamos recorrido las calles de la noche de Patong.

Unos fines de semana atrás habíamos decidido hacer una salida familiar a Patong, una de las playas más conocidas de la zona a la que cabría asimilarla con Lloret de mar. Algo así como la playa loca de los alemanes, sólo que en este caso mejor deberíamos hablar de ingleses y chinos.

Si bien su fama intercontinental de la gran fiesta que provocaban sus calles ya había llegado a mis oídos, esa salida familiar con el sol escondido detrás de muchos nubarrones no tuvo nada en particular. Creo que lo más divertido que nos pasó fue el paseo diurno por la calle del pecado  y las chicas de la calle sutilmente acomodadas mirando a Mila como si fuera la noticia del día.

Pero como bien impone su fama, a Patong había que ir de noche. Y después de una búsqueda furtiva encontramos una niñera que tartamudeaba español y habia pasado años coqueteando con los mismísimos hijos de Valentino (el diseñador de moda). 
Decidimos que era una buena oportunidad para ahondarnos en el show de la “noche Patonginense”.

Éramos 4 argentinos y un francés con una única intención: sumergirnos en el show Patong. Después de una cena frente al mar, nos merecíamos un postre divertido y apuntamos directamente a la calle del pecado.

La calle del pecado tiene su propia dinámica: su comunicación es pura y exclusivamente a través de carteles con una gráfica de revista porno de los años 70; todos sus escaparates se ofrecen a puertas abiertas; el negocio lo lideran los vendedores ambulantes.

Pero, ¿qué se vende en Patong?

La primera mercancía que nos ofrecieron: las russiana girls. Un cartel advirtiendo “Here russian girls” era el prolegómeno de un show de chicas angelicales que se parecían mucho a las vendedoras ambulantes que lo ofrecían. Nunca supimos si ellas mismas eran lo suficientemente emprendedoras como para dar el servicio y hacer el marketing de su propio negocio o simplemente las dueñas del chiringuito que vendían las carnes blancas de sus compatriotas.

A medida que avanzábamos por la calle, la oferta aumentaba y  los vendedores ambulantes se nos echaban encima. El famoso cerveza-bier barcelonés había sido reemplazado por happy ending massage, ladyboys service, baile sexy en el caño y todo tipo de coquetería sexual que se puedan imaginar. Era como un gran festival porno preparado para convertirse en la foto de la noche de las parejas inocentes que nos divertíamos paseando por esa fauna absurda. Los servicios a la carta ofrecidos en las mismísimas calles de Patong eran innumerables pero no puedo dejar de describir lo que lógicamente son las estrellas de la noche.

Antes os advierto que lo que sigue a continuación es prohibido para menores de 18 años, no apto para cardíacos y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


Entre todos los carteles y todas los ofrecimientos que recibimos tengo que hablarles del “Ping pong &Sexy show”.  Si se están imaginando que el show consistía en dos mujeres super sexys en bolas jugando al ping pong, están muuuy equivocados. El ping pong sexy show se compone de unas cuantas señoritas muy habilidosas que de tan habilidosas juegan al ping pong sin paletas. Y con qué juegan se preguntarán…si yo también me lo preguntaba...Si, si, si, de esa manera, cual cañones de guerra! Para los más curiosos, sepan que nos perdimos el show porque preferimos el tenis al ping pong.

Al siguiente paso apareció el show de las iguanas. Tranquilooooos, no llegan a tanto (o sí…). No sé quién habrá tenido la maravillosa idea de pensar que en el medio de todo este ambiente tan sexual, sacarse una foto con una iguana gorda y desagradable, colgada de tu hombro, era un negoción. Así de absurda era la fauna del lugar: iguanas y ping pong show, casi parecidos.

Pero la palma de oro de la noche se la llevan las drac queens y ladyboys.  Y yo que pensaba que ya sabía todo sobre ellos/ellas. Nunca he estado más equivocada.

 Decidimos sentarnos a tomar una copa en la mismísima calle de los ladyboys. Entre mesa y mesa rebalsaban las plataformas de las nuevas chicas, con figuras más prominentes que la mismísima Yessica Rabbit. Su diálogo se limitaba a bajarse la camisa y mostrar sus relucientes implantes femeninos. Tanto es así que en un descuido, terminamos con el iris encima de unos pezones!

Podría decir que su show se limitaba a mostrar lo que el morbo anticipa. Pero entonces conocimos a Ling, una transexual tan divertida como la misma noche. Ling tenía 40 años, 19 trabajando en el sector, un padre militar y una simpatía tan practicada que terminó tomando copas en nuestra mesa y animando al grupo a cambio de unos poco baths entre las tetas. Hasta respondió a nuestra pregunta de “Did you cut it?” de la manera más comercial posible: “Cut and ready!!”

Para entonces Patong ya había inundado nuestras expectativas como un gran espectáculo callejero preparado para gente como nosotros que solamente se dedica a sacar fotos y hacerlos protagonistas de un blog.

Perro que ladra no muerde, que le dicen.
 
Agus, Luchi, Fabrice, María y Flor en Patong

martes, 25 de junio de 2013

En busca de los cocodrilos perdidos


Nuevamente un fin de semana de lluvia y nuevamente a inventar alternativas para la playa. Recurrimos una vez más a la listas de deseo de Ian y nos dimos cuentas que todavía no habíamos visto ni un cocodrilo bueno. Aunque lo habíamos engañado con iguanas enormes que cruzamos por la calle, seguía insistiendo en encontrar a sus amigos perdidos. Decidimos que había llegado el momento de buscarlos.

Nos vestimos de exploradores y partimos para donde imaginamos que estaban los cocodrilos. Digo imaginamos porque nuestro mapa fue un folleto de expediciones por un día, escrito en ruso que tenía una foto de cocodrilos, por lo que seguramente algo íbamos a encontrar.

Con el "GPS" Agustin llegamos a lo que parecía la entrada a la Selva. Nos recibieron unos elefantes más que lustrados y entendimos que ese debería haber sido el lugar de su “primera vez” con los elefantes. Pero bueno, ya todos sabemos lo que hace la desesperación y dónde terminamos aquella vez.

El camino hacia la selva tenía poco de tailandés y eso que es uno de los paisajes más propios de Tailandia. Los árboles crecían ordenados y enfilados; las aguas caían en perfecta armonía con la lluvia. Nos dio una sensación de naturaleza perfecta.

Al llegar a la entrada del recinto nos sorprendió un sonido ensordecedor, de esos que solo se escuchan en la selva, o eso imaginamos porque nuestro acercamiento más real a la Selva eran los dibujitos de Tarzán. Empezaron las apuestas de qué animal podría ser y llegamos a la conclusión de que los cocodrilos seguro que no.


Cuando nos acercamos, nos encontramos con el “Gibbons Projects”, una especie de rehabilitación de monos, que tiene como fin readaptarlos a su hábitat y mantenerlos a salvo de cazadores fortuitos. Una francesa de esas que quieren salvar el mundo nos contó que en el proyecto habían aproximadamente 60 monos. Y que los monos que eran cazados ilegalmente muchas veces terminan como atracción turística en bares, obligados a fumar y beber whisky o alcohol.

Ahí entendía un poco el tema de la rehabilitación y por qué el mono que mirábamos se llamaba Guinness. Pero me quedó más claro el concepto cuando nuestra guía nos mostró la lista de los monos con “problemas psicológicos”. Mi pregunta fue directa:

-          Problemas psicológicos?...
-          Si, tenemos monos anoréxicos, bulímicos, depresivos...

 Imagínense mi cara, intentando pensar cómo aquel mono bulímico/anoréxico podía llegar a tal estadio de enfermedad social! ¿Mirando la tele?¿Con madres obsesionadas por la silueta?¿Amor a la belleza?¿Qué diría Freud de esto?!

 Más atónita quedé cuando la francesa nos dijo que también tenían un mono que había sido mordido por su dueño. Nuestra cara ya desfigurada y absorta le permitió desdecirse y justificar el error por culpa  del idioma extranjero. 

Por suerte, Ian completamente ajeno a nuestra conversación adulta de monos, miraba aluciando como estos ex borrachos, ex fumadores, ex bulímicos, ex depresivos juagaban de liana en liana saltando y haciendo monerías, como si tuvieran toda una nueva vida por delante. Y mi decisión de contarle la verdad de estos monos, quedará para cuando tenga edad de poder leer el blog. Para qué empañarle una inocencia que lejos está de los problemas reales de los monos.

Seguimos por la Selva después de esta gran experiencia hasta llegar a una cascada soñada, en donde la mitad de la comunidad musulmana de estos lados se sumergía en sus aguas, vestidas de pies a cabeza. Una instantánea bastante particular, a falta del desierto que los acoge normalmente.

Cuando la pendiente se hizo más firme y los mosquitos más intensos decidimos que definitivamente no era el día de conocer a los cocodrilos. Que la experiencia de los monos había sido lo suficientemente extrema como para chocarnos con la posibilidad de encontrarnos con cocodrilos drogadictos, ludópatas o esquizofrénicos.

En fin... See you later alligator!


sábado, 22 de junio de 2013

Los artilugios tailandeses


Si ponemos a un argentino y un tailandés en un ring de box y apostamos a quién es el más vivo de los dos, ¿quién gana?...El tailandés por knock out. Si los argentinos creían que podían ser los más vivos del mundo es porque Tailandia les queda lo suficientemente lejos como para topárselos y comprobar que les superan. Imagínense lo que sería si Argentina y Tailandia estuvieran una al lado de la otra: una bomba molotov!

Desde que llegamos a Tailandia, de a ratos he tenido la extraña sensación de sentirme como en casa. Un déjà vu constante hacia una vida lejana en donde yo estaba acostumbrada al piola del día. Aunque hay que admitir que, en formas, los tailandeses desempeña mejor su papel de gentleman que los argentinos. Esa sonrisa que los define, muchas veces termina siendo una trampa macabra para los “cara de extranjeros” que no podemos disimular nuestra raza.

Desde que llegamos, siempre nos recorre esa falsa sensación de salir ganando, como cuando padre e hijo juegan una carrera y siempre gana el hijo por la propia decisión del padre. Pero llega un día en que gana el hijo porque es suficientemente fuerte para comenzar a superar al padre. Eso es exactamente lo que nos está pasando con los gentlemen tailandeses.

Desde que llegamos a este país, nadie ha dejado de reverenciarnos lo suficiente, siempre y cuando hubiera propina de por medio. O simplemente termináramos pagando la cosecha entera de la oferta del día. Cada vez que entrábamos al restaurant del hotel, nuestra mesa de desayuno terminaba agobiada de frutas, cuando nuestro pedido se limitaba al sumo del día y los cereales. Pero la amabilidad de esta gente no tenía límites y uno se dejaba mimar por estos nuevos amigos. Lo que no sabíamos, es que también se agobió de baths nuestra cuenta  del hotel tanto como de frutas nuestra mesa. Y nosotros dejándole propina por la buena atención!

Así comenzaron las sospechas de que estábamos sufriendo algo así como argentinadas. Los taxistas no bajan el contador para llevarnos a algún lugar. En el mercado nos daban precios desorbitantes y nosotros con nuestra cara de triunfadores entrábamos en el bendito juego de regatear y terminábamos contentos con un precio final que era 3 veces más de lo que salía en cualquier tienda de pueblo. De una semana para la otra nuestra compra de verduras se duplicaba con exactamente la misma cantidad de productos, sólo por portación de cara.


Pero el oro se lo lleva el cars rent por lejos. Alquilamos un coche para estos cien días en un lugar sospechosamente cutre. Algo así como el parking de la casa de alguien que montó su propia empresa, (nada que ver con los parkings de Palo Alto, California). Pero como aquí todas las tiendas son sospechosamente cutres y venía recomendado por la empresa, no dudamos de sus buenas intenciones.

El primer día que salimos con el coche nos quedamos sin batería con 3 kilos de pollo y cerdo encima y dos enanos dormidos. De más está decir que el coche es automático con lo cual nuestras posibilidades de arrancarlo se disminuían imperiosamente. Los taxistas del supermercado nos ayudaron, con propina de por medio. El medidor finalmente pudo comprobar que la batería estaba literalmente descargada y que era necesaria otra batería.

Superada el primer escollo, nos dimos cuenta que  las ruedas estaban completamente lisas. Digamos que con la cantidad de lluvia que cae por día, nos negábamos a ser aeroplanos en la carretera por lo que Agus reclamó un cambio. Después de ganar la batalla de pagarlas-no pagarlas, logró el cambio de ruedas. Casualidades de la vida hicieron que 2 horas después del cambio no-pago, la rueda estaba pinchada. Vuelta al garaje cutre y esta vez con un pedido de pago del doble del valor anterior.

Para este entonces, ya desacostumbrados a los artilugios latinoamericanos, habían colmado nuestra paciencia.

Empecé a pensar que definitivamente había una trama corrupta que atentaba contra nosotros: la casa de alquiler de coches había contratado a los taxistas para poder obtener nuestra propina, una vez cargada la batería. Los taxistas fueron advertidos del no pago de la rueda y pusieron un clavo en el camino entre la tienda y nuestra casa. El dueño de los coches, al no recibir el pago de la rueda pinchada, advirtió a la señora que vendía aquellos bonitos vestidos, que éramos extremadamente peligrosos y que nos cuadruplicara el precio de cualquier prenda que yo pidiera. La señora de los vestidos, al ver que el regateo llegaba tan bajo, advirtió a la verdulera que debía recuperar lo perdido en la puja y ésta dobló el precio de la compra del día. La verdulera comentó al encargado del restaurant del hotel que seguramente dejaríamos poca propina y decidió comprarle más frutas para llenarnos la mesa y la cuenta.

Bueno, probablemente la trama corrupta no es tal pero al menos ya hemos desenmarañado algo de las intenciones tailandesas. A ver si por fin, en los próximos meses crecemos un poco y  le ganamos a los padres. Estos tailandeses nos tienen de hijos! Y eso que somos argentinos…

miércoles, 19 de junio de 2013

Um


Después de casi 1 mes de compartir todas mis semanas con Um (se pronuncia Am), la "chica" que nos ayuda en casa, creo que estoy dispuesta a poder contaros algo de lo que este personaje nos puede dedicar en nuestra experiencia tailandesa.

Como ya os había contado, Nice me la presentó atendiendo a las particularidades del caso, cosa que es bastante obvio en su presencia. Pero realmente esa particularidad se convierte en un detalle cuando comienzas a hablar con ella y te transmite la cultura tailandesa más popular, en su inglés-tailandés más inentendible.

Debo confesar que los primeros días fue más complicado entenderla ya que básicamente el final de las palabras se las comía enteras. Tal es así que quedé completamente atónita cuando sus primeras palabras fueron TRA BA…Sí si señores, sus primeras palabras para dirigirse a mí fueron TRA BA. Cualquier argentino leyendo esto entiende lo más que absurdo de la situación. Un travesti mirándome y diciéndome TRA BA*. Por suerte antes que mi diplomacia característica reaccionara con una respuesta completamente absurda en esa situación absurda (Algo así como “I don´t mind”),  ella se acercó a la basura, me la señaló y me dijo TRA BA. Quince segundos tardé en reaccionar, intentando no ponerme colorada y gritando Ahhhhhhh  TRASH BAG!!!!!. Efectivamente lo que quería era una bolsa de basura! Lo peor del caso es que Um nunca se pudo haber imaginado que TRA BA en Argentina signifique travesti, con lo cual el colorado de mi cara pudo haber pasado desapercibido por el simple hecho de sentir vergüenza por no entenderle. O eso espero…

A medida que pasaban los días, empecé a recuperar un 50% del entendimiento a lo que me decía. Hasta que un día llegó tan verborragia que acabé entendiéndola casi el 80% de su historia. Todo esto mientras planchaba sentada, con un gran arte y llamándome Madame.

Me contó que ella nunca había tenido frío en su vida, algo que realmente me causó mucha curiosidad. Lo interesante del caso es que en su historia había una posibilidad de irse, por trabajo, a vivir a Moscú. Esas incoherencias de la vida que o no te dan frío o te desfiguran en los 50 grados bajo cero. Le advertí de lo doloroso que podría ser el frío para ella pero creo que su espíritu de cambio le hace soñar con la sensación de frío como el paraíso en la tierra.

Me enteré que tiene 26 años y vive con su familia (madre, padre y hermano), que quiere poner su propio negocio de lavandería y limpieza de casas y que tiene una obsesión con viajar, algo que nunca pudo hacer. Tal es su obsesión que no sólo me contó a tooodos los lugares donde habían viajado las expat para las que trabaja sino que me insistió considerablemente  en que le enumerara mis propios viajes. Me dijo que conocía España por las pelis. Hubiera preferido no preguntarle cuál, porque nada menos parecido a España que la que recorren en moto Tom Cruise y Cameron Diaz en los "San Fermines de Sevilla".

Con el paso de los días, acabé obteniendo información más que privilegiada: que a las 9 de la mañana los pescadores de aquí a la vuelta venden el pescado en sus barcas, recién salidos del mar; que el precio de las lavanderías del barrio son un delirio; que este junio ha sido un mes de lluvias tranquilo; que el lemongrass conviene comprarlo fresco, que los tailandeses son muy básicos y que no en todas parte se come arroz como aquí, en Bang Tao.

Por casualidades de la vida, un día se olvidó las llaves en casa y cuando regresó a buscarlas me vio cocinando.  Su curiosidad hizo que se acercara a mi cocina y terminara desplegando sus grandes habilidades culinarias. Desde entonces hemos hecho un trato: todas las semanas haremos intercambio de recetas asiático-occidental y compartiremos alguna mesa hablando en anglotailandes.

Y si es sólo travesti o transexual…ya lo hablaremos en otra vida.


*En Argentina Traba es una forma vulgar de decir travesti.

martes, 18 de junio de 2013

Mila, la reina de Oriente


Cuando comenzó la idea de esta odisea, Mila aún no había nacido y sin embargo ya era el centro de este viaje. Supongo que por los miedos de cualquier padre que sabe que se tiene que ir a un país extraño con lagartijas y no sabe exactamente cuántas le tienen que picar para correr al pediatra. O por la estúpida duda que nos surge de si existen los pañales o no. Pero por suerte eso se arregló antes de partir con una dosis de médicos de enfermedades tropicales que me dijeron que Mila era el menor de mis problemas.
Tanto protagonismo había adquirido por ese entonces, que no pudimos comprar los billetes de avión hasta que ella tuviera pasaporte.


Lo que nunca nos imaginamos fue que pudiera arrastrar tal protagonismo en el resto del viaje.

Me explico: Todo comenzó en Doha, aeropuerto de Catar, donde la mujer más desnuda es la que tiene la nariz fuera del velo. La madre de Mila buscaba desesperadamente un lugar donde cambiarla y poder darle de comer sin ser acusada de exhibicionismo femenino. Tan concentrada en su búsqueda estaba que no se dio cuenta que todas las miradas se dirigían a ella. Y pensaba para sus adentros “¡Si aún no he desplegado la teta!”  Claro está que no miraban ni a la madre ni a la teta, la miraban a Mila. 

Mi conclusión del momento fue que es normal que una beba de 1 mes, en un país en donde todos están tapados y las mujeres tienen menos derechos que los perros, pudiera llamar tanto la atención.  

Desde ese momento, comencé a estar alerta de las miradas alrededor mío y me convertí en una adivinadora de pensamiento, mientras miraba la cara de la gente en el aeropuerto que estaba atenta a Mila. “Qué madre más irresponsable con una cría tan pequeña en un avión”; “Estos europeos no tienen vergüenza, podría haber esperado a que la niña camine para irse de vacaciones”.  Pude comprobar el desarrollo certero de mi don adivinatorio cuando la pareja inglesa que se sentó detrás en el avión con cara de “fucking my luck, one baby and one child aaall the trip” se levantaron al final del viaje y me dijeron: tus niños son muy cool, pensamos que no íbamos a dormir.

Al principio creí que el rol protagónico de Mila acabaría una vez nos bajáramos del avión, ya que lo llamativo del caso era un bebé en un avión. Pero no. No sólo no terminó sino que aumentó a niveles insospechados. Tanto es así, que he llegado a tener al menos 7 personas alrededor  mirándola cuál estrella de cine y mi marido casi liga (se levanta a) con media Tailandia!

Jaumachiar?Booger? Ohhhh. (Traducción al inglés: How much years. Boy o Girl. Ohhh.)Una frase que se repite día tras día, salida tras salida, oriental tras oriental. Aunque los chinos agregan: earring, cute! Y mi don adivinador ve en sus caras un “qué caníbales poniéndoles pendientes de tan pequeños”, pensado en letras chinas.

No sé si será la obsesión de los orientales por los ojos no rasgados, o su adoración de blancura en la cara, su extrañeza ante los bebes occidentales o simplemente la sonrisa que les hace Mila cuando la miran lo que les llama tanto la atención. Pero una cosa queda clara: han convertido a Mila en la reina de Oriente.





viernes, 14 de junio de 2013

El English Cut tailandés *


* Traducción literal de El Corte Inglés, uno de los centros comerciales más conocidos de España.

Cuando uno llega a un país nuevo a vivir, una de las primeras necesidades que se presenta es la de conseguir aquellas cosas de uso “normal” a las que estamos acostumbrados,  por ejemplo algo tan básico como leche o pasta de dientes.  A la segunda semana entra en juego lo que por aquí se llama the western things, aquellas cosas que estamos acostumbrados a tener pero que no es de uso normal por estos lados, por ejemplo la baguette o el queso. A la tercera semana ya empiezan los caprichos, como el dulce de leche o el jamón serrano que, demás está decir, es una necesidad casi imposible de saciar.

En este caso, como todos recordáis, mi adorada Nice ha sido mi guía espiritual en este tipo de necesidades. Pero extrañamente ocurría un fenómeno cuasi anormal cada vez que le preguntaba dónde podía encontrar algo. Su respuesta siempre era la misma: at the market. Y no solamente eso, sino que además en su respuesta se desvivía por describir las maravillosas cualidades del mercado, como si fuera la directora de marketing de la cadena “Thaimarket”.

Los mercados por esta zona son mercados itinerantes y según el día, toca en un sitio o en otro. Se montan y se desmontan en el término de 3 horas. Nice llegaba cada día a casa y me decía “today Bang tao Market;  today market in front  of Fanta sea;  today market in Laguna.” A tal punto  se tomaba en serio su rol de directora de marketing que terminó haciéndome un calendario de los mercados de la zona y asegurándome que era mejor que el mismísimo supermercado inglés que inunda toda la isla (¡Estos ingleses son unos colonizadores innatos!).

Evidentemente había que ir al mercado y aprovechando que el jueves tocaba justo en frente del supermercado inglés que frecuentamos, decidimos con Agus que había llegado el momento. ¡Había que hacerse tailandés!

Desde la calle de enfrente, el mercado parecía un asentamiento medieval de los caballeros que van a la guerra. Creo que todas las tiendas más o menos asemejaban esa antigüedad. Pero las luces que se reflejaban nos engañaron. El mercado era mucho más de lo que advertía Nice: era un gran shopping callejero que nada tiene que envidiarle a El Corte Inglés. Bueno, tal vez un par de cosas…

Con solo cruzar, nos topamos con las frutas y verduras más frescas que se ven en Phuket. Todos los tipos, sabores y colores. Obviamente nos sumergimos en esos puestos sin darnos cuenta que nos rodeaba algo más que una verdulería: tiendas de ropa, librerías de manga, fast foods de comida thai, videoclubes y hasta una tienda con una variedad ilimitada de controles remotos/mandos  vaya uno a saber para qué. Todo esto en no más de 1000 metros cuadrados de barro y lluvia, bajo sombrillas tailandesas amontonadas.

Si en los mercados de Austria se encuentran las mejores trufas, en París los mejores quesos, en España los mejores embutidos, os puedo asegurar que en Tailandia lo que protagoniza todos los mercados es la sopa en bolsa de plástico! Creo que nuestra cara de occidentales horrorizados lo decía todo. Tanto saltaba a la vista el ser sapo de otro pozo que al final Agus terminó embaucado por la tailandesa más anciana del mercado que se hizo el agosto con una sandía y un millón de quilos de lichis semi podridos por un valor que superaba nuestros gastos totales hasta el momento.

Al final del recorrido, nos dimos cuenta que aún no estamos tan preparados para ser tailandeses, que seguíamos prefiriendo Mac Donalds y pescado del Tesco inglés. Debo confesar que me sentí un poco decepcionada de mí misma por ser tan occidental. Pero prometo seguir intentándolo hasta animarme a comprar el pescado en el “gran” mercado.




























El Lelefante


Claro está que si había un objetivo para hacer este viaje era que Ian conociera los elefantes. Creo que en eso estamos todos de acuerdo. De hecho, de tan prioritario que era, conseguimos antes ver elefantes que un lugar donde vivir.  Esas prioridades se midieron según la cantidad de veces por día que Ian preguntaba por los elefantes y mamá preguntaba cuándo nos mudamos. Evidentemente, hubo un claro ganador.

Pero esa sutil insistencia de Ian con la pregunta “mamá, ¿cuándo vamos a ver un lelefante?”, repetida un millón de veces por día, realmente provenía de la creencia infantil de que los lelefantes pasarían caminando por la calle tocándonos bocina/el claxon. Y aunque eso por ahora sólo aparecerá en los cuentos, tan errado el chico no estaba porque ya nos hemos cruzado por la calle con lagartos, vacas, cabras y hasta un mono! Eso sí, la tecnología de la bocina/claxon aún no la han adoptado.

El primer fin de semana nos dispusimos a encontrar un lelefante para Ian. No fue difícil recurrir a la guía típica de viajes y ver que el parque nacional más cercano nos quedaba a 20km. Pero como la segunda prioridad también estaba en la ruta de viaje, nos topamos con un inglés mostrando pisos que nos advirtió de las cascadas secas y nos recomendó ir a la vuelta de la esquina para hacer un riding elephantDurante no más de media hora seguimos los carteles que iban apareciendo improvisadamente a lo largo de la carretera advirtiendo no solo un safari por la selva sino también un lelefante bebe.

El acceso al…al…al…al…al mmmmmmm al .........“parque”, tan improvisado como sus carteles, no tenía nada que envidiarle a Villa Fiorito. Creo que en otro momento de nuestras vidas y en otro país no nos hubiéramos animado a entrar.  Pero había que cumplir el sueño del pibe y ante los primeros indicios de que realmente habíamos llegado al lugar indicado la cara de Ian se convirtió en una fiesta. Estos son los momentos en que las palabras no alcanzan para describir una imagen de tanta alegría.

Nos bajamos y lo primero que vimos fue su producto estrella: el lelefante bebé. Al vernos, escucharnos u olernos, no lo sé bien,  puso en marcha su maquinaria artísticas y empezó a moverse para adelante y para atrás, para adelante y para atrás, para adelante y para atrás, como si estuviera por empezar a bailar claqué. Evidentemente a Mila eso no le gustó y empezó a llorar como una desaforada, no sé si porque se dio cuenta que de grande quiere trabajar en la asociación “Salvemos a los animales de los hombres” o porque simplemente el claqué no es su danza preferida.

En fin, que el resto de la historia la puedo contar desde el coche con aire acondicionado viendo al bebe bailar palante-patrás-palante-patrás. O bien quedará en boca del padre y del propio Ian que lo que más recuerda del lelefante es que “se tiró un pedo y se hizo caca”.

Pocas imágenes a lo largo del viaje podrán superar la de Ian con su lelefante.

jueves, 13 de junio de 2013

La casita de mentira


Instalarnos no fue lo traumático que puede resultar la búsqueda de vivienda en Barcelona. Fue amor a primera vista, la segunda vivienda que vimos, en un tercer piso (lo que nos supuso el siguiente pensamiento: ¡Estamos un poco más a salvo del Tsunami!).
Nada más parecido a lo que habíamos imaginado y estábamos buscando como expats (dícese del guiri, extranjero, diferente que vive en Tailandia) por lo que no merece mayor despliegue de palabras que puedan conmover al lector, más que saber que Ian la llama “la casita de mentira”.

Lo que sí merece verborragia de letras es nuestra casera, quien seguramente en su honorable nombre haré un capítulo aparte solo para ella. Pero mientras tanto solo comentaré detalles de Nice: hace poco mérito a su nombre, le encanta venir a nuestro piso y tiene contactos peculiares.

Por cuestiones del destino y del overbooked hotel lleno de chinos, nos tuvimos que mudar antes de tiempo con la primera condición de pagar. Los baths también funcionan tan bien como los euros.  Pero la siguiente condición fue el acceso de Nice para acabar de poner a punto el piso “for your maximum pleasure”. Esa condición ha hecho que Nice disfrute de nuestro apartamento tanto como nosotros.

Pero le hemos cobrado su parte de alquiler con creces. Ya hemos obtenido a cambio: un curso de cocina tailandesa gratis con sus propias manos, sábanas y toallas nuevas, un tour por los mercados más “sofisticados” de la ciudad, los conocimientos más profundos de cómo escoger las frutas (por cierto, casi todas pinchan, que lo sepáis), una cuna para Mila, tiendas que vendan pan rallado y hasta harina de trigo!!! Sólo ha tenido un gran fracaso: la carne vacuna para el asado de Khun Agustín. Dicho sea de paso, su mono/abstinencia de asado me tiene un poco preocupada….

En cuanto a sus contactos peculiares, debo hablar de Khun Um (se pronuncia Am) quien nos ayuda con la limpieza de la casa. Nuestra relación comenzó con la siguiente pregunta de Nice: Is not a she is a he, do you mind? Desde mi más profunda inocencia me quedé mirándola y pensando “qué problema puedo tener que venga un hombre a limpiar mi casa”………………Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh

-          Of course not, how does she/he prefer to be called?
-          As she
-          No problem, I don’t mind.

Sí queridos amigos, mi chica de la limpieza es un transexual. A que eso tiene glamour!


*Para mi querido equipo de Red.es, por favor adviértase la palabra extranjera en cursiva. Sentiros orgullosas de mí!


miércoles, 12 de junio de 2013

Donde están los elefantes y los cocodrilos buenos


Desde que empezamos a preparar el viaje, la principal excusa para Ian fue que íbamos a ver los elefantes, a lo cual él siempre agregaba “y a los cocodrilos buenos”. Desde entonces, cada vez que mencionábamos Tailandia, él decía “Donde están los elefantes y los cocodrilos buenos”. Esa era su primera imagen inofensiva del país que nos esperaba, evidentemente más que creada por nosotros que por su propia imaginación. Y tanto insistimos en esa versión que su cuadro termino pintado con ciencia ficción: “tortugas de aguas con aletashhh; caracoles con aletashh y un tiburón bueno que sea de mentira”.
Al fin llegamos al país de los elefantes y los cocodrilos buenos y a pesar de mi escasa experiencia tailandesa anterior, volví a descubrir ese país extraño que hace muchos años atrás tanto me había impactado.

He aquí las primeras instantánea de unas jóvenes impresiones desde la ventana del avión:
Tailandia es en colores. Primera conclusión derivada de un intento fallido de Agus de transformar un  elefante en blanco y negro. Tailandia es en colores y quien diga lo contrario se las tendrá que ver conmigo.

Tailandia es pobreza. De esa que me recuerda a Latinoamérica. Pero la pobreza no miserable. La pobreza de la sencillez; la pobreza de la falta de higiene como parte de una idiosincrasia por donde no pasó la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. Los huevos son huevos y no huevos de corral, orgánicos o de gallinas de jaula. Ese tipo de sencillez en donde lo natural es cortar la fruta del árbol y vivir de ello.

Tailandia es amabilidad. Aunque de algunos años a esta parte la gente se haya aprovechado de esa fama y cotice esa virtud como un bien de intercambio en euros.


Finalmente, Tailandia, que no había sido invadida nunca en su historia lejana, acaba de sufrir su primera invasión: los chinos y los rusos. Tailandia invadida por grandes vecinos de pequeños cuerpos, vestido con la mejor ropa del mundo en combinaciones tan “vanguardistas” como fosforescentes y flores plateadas. Pero seguro que dice Dolce Gabana! Y los rusos..bueno las rusas merecen un capítulo aparte.

Tailandia, a ver qué más cuentas...

martes, 11 de junio de 2013

Mis 100 días en Tailandia


Dos meses han pasado desde que Agus, una semana antes de que naciera Mila, me dijo: nos “ofrecieron” ir a Tailandia sólo por 3 meses.
60 días y un nacimiento después, habiendo pasado por una resignación inicial por el puro miedo al desconocimiento de lo diferente, y habiendo superado los estados de histeria, angustia y euforia por lo que podía esperarnos a una familia occidental  2-3-36-38 (2 meses; 3, 36 y 38 años) en el medio del sureste asiático, recupero una afición perdida hace varios años: escribir. Escribir de viajes. Escribir de paisajes. Algo que sólo me ha podido devolver una baja maternal más que exótica y dedicada, como la palabra lo dice, a la mismísima maternidad.
Algo que también, no os voy a engañar, recupero por los muchos pedidos de historias y letras que me llegan de todos vosotros/ustedes y por la practicidad que me caracteriza para poder dejaros/los contentos a todos.

Bienvenidos a mis 100 días Tailandeses, entre siestas infantiles y días de lluvia, escritos con una mano (porque la otra está en el chupete de Mila…)

Khop Khun Khaa!!
(Kapunka) 


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