martes, 13 de agosto de 2013

Brave mothers

Mi valentía con los años ha ido decayendo a pasos agigantados, supongo que por el confort que nos permite el ser dos para enfrentar problemas o que el arriesgarnos a tomar ciertas decisiones acompañados siempre es más fácil. Pero apareció ante mí esa oportunidad de volver a comer espinacas como Popeye y desempolvar aquella fuerza que me retraía a mis veintitantos.

El hecho que nos afecta no es de destacar, debo confesarlo. Pero en mí, resultó ser un hito en mi carrera de madre y en mi currículum de valentía. Estoy hablando del simple hecho de tomarme un avión hasta Bangkok sola con los dos enanos. El plan era simple: me tomaba el avión en Phuket, me bajaba en Bangkok, iba al hotel señalado y me encontraba con la madre suplente, mi gran amiga Viqui, para disfrutar unos días juntas en la capital tailandesas.

El plan no tenía nada por donde podría fallar pero cuando Gaby, mi cuñada, mi ejemplo de madre valiente, con una vasta experiencia en viajes solitarios en aviones con enanos, me dijo “Te vas a ir sola??? En ese país??” entonces empecé a preocuparme por mi futuras ansias de ser una madre coraje. Pero ya era tarde y la decisión estaba tomada. Sólo nos quedaba sacar músculos e intentarlo.

El avión partía muy temprano en la mañana y el check in fue solo un trámite. Mi falta mayor en ese lapso de tiempo de espera fue solo la parte de “Mamá tengo frío. Ian no te traje nada, cubrite con el pareo”. Después de eso no hubo mayores sobresaltos.

Subimos al avión y supongo que la cara de lástima que ya había practicado en casa hizo efecto en las azafatas,  quienes me ayudaron con todo lo que estaba en sus manos. Todo estaba tranquilo, hasta el momento en que el avión literalmente comienza a rodar por la pista, preparado para despegar. Fue entonces cuando siento que Ian me toca el brazo despacito y con su cara de perrito mojado me dice “Mamá, caca”. Lo único que le pude preguntar en el momento fue si se la aguantaba y como una oveja a punto de ser esquilada me dio un sí como respuesta. Aguantó como un campeón y de nuevo las azafatas actuaron como un salvavidas de viaje.

Cuando llegamos a Bangkok, era la hora pico y por recomendación del punto de información del aeropuerto decidí llegar al hotel vía autobús-tren. Bien sabido es por estos lares que quedarse varado en un traffic jam en el medio de Bangkok puede convertirse en la peor de nuestras pesadillas.

 Subir al autobús con una pequeña maleta, una mochila con un bebé y un niño de 3 años no podía pasarle desapercibido a nadie. Mucho menos a los chinos! Uno de ellos, muy jovencito y amable, se levantó al verme tan cargada y me acompañó con mi equipaje hasta un asiento más o menos cómodo para desplegar todos mis “bártulos”. El chino no paraba de mirar a Mila y amagó varias veces con los brazos a agarrarla en posición de ayuda.

 Mila se aferraba a mí con uñas y dientes porque sabía lo que se venía, de tanta experiencia oriental. Ante su intento fallido, el chino decidió sentarse a mi lado y a continuación atacó con la típica pregunta china: ¿Puedo sacarle una foto? Fue muy difícil decirle que no después de tanta amabilidad. Se dispuso con su mega cámara a buscar el mejor perfil. Juraría que Mila se escondió detrás de su sombrero y pensó para sus adentros “mamá, te odio”. Pero todo tiene un coste en esta vida y desde pequeña tendrá que aprenderlo.

Detrás de mí subió una norteamericana muy simpática preguntando si alguien iba a su mismo hotel. Cuando clavó la vista en mí, me preguntó: Are you  travelling alone with your two kids? Claro que lo estaba. Entonces disparó: What a brave mother! La espinaca estaba haciendo efecto! Mi sonrisa se reflejó por el vidrio de la ventana, junto con el flash del chino que no paraba de sacar fotos a Mila.

El resto del viaje fue de anécdota. Lo pasamos muy bien con mi madre suplente, que por cierto también en su honor le cuelgo el título de brave mother.

Por esos días nos enteramos que se acercaba el día de la madre en Tailandia. Desde 1976 los tailandeses celebran el día de la madre el 12 de agosto de cada año. Ese día coincide con el cumpleaños de la reina de Tailandia Her Majesty Queen Sirikit, muy querida por todos los tailandeses y considerada la madre de todos ellos.

Desde entonces, el día de la madre thai es feriado nacional en todo el país. Se despliegan banderas azules que son las banderas de la reina, se cuelgan retratos de la reina con ofrendas y los hijos regalan a sus madres orquídeas a cambio de su bendición. Los míos prefirieron regalarme unos masajes durante 2 horas, lo cual agradezco bastante más que unas orquídeas que poco valor de cambio podrían tener con mi bendición.


El viaje duró 3 noches y 4 días, lo suficiente para que Viqui y yo nos recibiéramos por fin de brave mothers, junto a la reina Sirikit. Subimos al avión de regreso con la tristeza de dejar a la madre suplente volver a casa. Cuando estábamos despegando para volver a casa siento la mano de Ian en mi espalada: “Mamá, caca”.

1 comentario:

  1. vos sos una recontra Brave Mother, en rigor una Brave Woman. El sólo hecho de haberte animado a partir a Tailandia con dos niños, uno de ellos recién nacido, merece toda mi admiración.
    PD: quiero más fotos de Mila!!!

    ResponderEliminar