jueves, 25 de julio de 2013

La Curesma Budista

Cuenta la historia que en los inicios de los tiempos de Buda los monjes podían enseñar su filosofía a sus congregaciones a lo largo de todo el año. Muchos de ellos buscaban lugares lejanos para meditar y otros recorrían el camino para llegar a nuevas congregaciones. La época de lluvias era el momento de viajar, como también era el momento de sembrar arroz. Hete aquí que los granjeros se quejaron al Buda por los daños que los monjes hacían en sus siembras. El Buda decidió entonces que los monjes se quedarían en los templos mientras durara la estación de lluvias y que, por tanto, todos aquellos que quisieran meditar debían acercarse a los Templos. Desde ese entonces, cada 23 de Julio el mundo budista tailandés celebra su Lent Budist Day o la Cuaresma Budista.

Durante la Cuaresma Budista los monjes deben dormir siempre en el Templo, se dedican a meditar y los monjes mayores enseñan a los monjes más jóvenes el Dharma, algo así como la ley natural o las conductas adecuadas del budismo.

La primera vez que escuché sobre la cuaresma budista fue de la forma más banal posible: Agus me dijo que el 22 y el 23 eran fiesta y que podríamos viajar a algún lugar. Pero la felicidad de un posible viaje duró poco, sólo hasta el momento que nos advirtieron que era una fiesta budista y que lejos estábamos de las ropas naranjas y la cabeza rapada.

La segunda vez que escuché del caso, fue en boca de Um. Me comentó que un viernes no podría venir porque volaba al pueblo de su novio, ya que éste entraba a un Templo por tres meses para ser monje y no la iba a poder tocar hasta septiembre. Sí, Um tiene novio!  Sí, el novio de Um se hizo monje! Y sí, no se iban a poder tocar por 3 meses!!!

En una semana había escuchado demasiadas veces acerca de una celebración budista que cada vez me atraía más. Entonces recurrí como siempre a mi Chapulin colorado Nice.  Mi mejor amiga tailandesa se mostró  encantada de escuchar sobre mi interés en este tipo de celebraciones y me hizo un prólogo de lo que podría ver.

Me explicó que efectivamente los monjes no pueden tocar a las mujeres, que sólo comen una vez al día, que tener un monje en la familia da mucho prestigio y que uno puede ser monje durante un período determinado, aunque el mínimo de estancia es de tres meses. Durante esos tres meses, los monjes deben vivir con lo puesto y muchas familias ahorran para que sus hijos puedan entrar a los templos. Muchos monjes aprovechan a comenzar su enseñanza por estas épocas, como el novio de Um, porque aprovechan la sabiduría de los monjes más viejos. Me explicó también que era una celebración para mantenernos protegidos de los malos espíritus y que me recomendaba fervientemente el 22 y 23 de julio acercarme a un Templo.

El 22 de Julio me preparé, con cámara en mano, para celebrar el Asalabucha day, el día antes de la Cuaresma, por el que se conmemora el primer sermón de Buda a sus 5 discípulos. Según información de Nice, a las 8 pm los monjes darían un sermón y luego se harían una serie de ofrendas florales. Veríamos el Vien Tien, 3 vueltas alrededor del Templo con velas encendidas. Con esta información fresquita en el móvil, quedamos con Agus juntarnos en los dos templos budistas más cercano. Ni la lluvia exagerada, ni dos enanos dormidos podían frenar las ganas de una buena foto y de una experiencia budista. Lo único que nos pudo frenar fue la oscuridad de los templos cerrados y una suposición de que efectivamente el budismo también está perdiendo adeptos como la iglesia católica. Tal vez les vendría bien un Buda argentino…

Pero la frustración me duró sólo lo necesario como para seguir insistiendo al otro día. Esta vez los pelos y señales que me había pasado Nice eran entre las 10 y las 12 AM en un Templo al que podría llegar caminando. Mi misión consistía en comprar una ofrenda para los monjes que contara con frutas, comida e incluso pasta de dientes y hasta toallas. Me advirtió Nice que sería fácil distinguirla ya que vendría envuelta en un papel naranja y que en el mismísimo supermercado podría conseguirla. Además, debía encontrar una vela amarilla y grande.

 Por suerte no tuve que ir hasta el supermercado porque justo enfrente del Templo había una tiendecita improvisada con la vendedora tailandesa más simpática de Bang Tao. Supongo que Ian todo transpirado y Mila dormida en la mochilita fueron una buena estrategia para que la mujer se apiadara de mí y me terminara de explicar lo que tenía que hacer: “Debes ir aquí en frente, darle la ofrenda y la vela al monje, él te tirará agua sagrada y seguramente le pondrá una pulsera “bendecida” al niño.”  Me ayudó a cruzar y me tomé 5 minutos para rogarle a Ian en nombre de Buda que no le dijera que no al monje cuando quisiera ponerle la pulserita. Su respuesta fue “mamá no quiero una pulserita” por lo que prometí a Francisco I que si no pasaba vergüenza, tal vez me convertiría a alguna religión.

Llegar al Templo no fue fácil ya que estaba arriba de una colina. En el camino nos cruzamos una especie de tienda improvisada bajo una carpa, donde se veían ofrendas florales, una serie de canastas como la que llevaba yo y una especia de ollas con agua con inscripciones en tailandés y una figura de buda que las encabezaba. Imaginé que sería otra venta de souvenirs.

Subimos las escaleras y nos cruzamos con un mini templo donde predominaba una figura de buda rodeada de inciensos. Concluí que no era el lugar ya que no nos esperaba ningún monje. De camino al siguiente templo, descubrimos un refugio de monjes viejos descansando. Tampoco era el lugar ya que esta vez teníamos a los monjes pero no al templo. Les pregunte con señas cómo se llegaba al templo y su respuesta fue OK. Decidí seguir el camino pero algo me decía que estábamos cerca…frío, frío, frío. Estábamos cerca del Templo, sí, pero el templo para nuestra sorpresa estaba cerrado!! Definitivamente el Buda, además de ser argentino, iba a tener que convertirse en franciscano para aumentar a los adeptos.


Era mi segundo fracaso en dos días de búsqueda budista. Pero aún me quedaba la ofrenda en la mano y mi vela amarilla. Decidí que la opción de monjes sin Templo tampoco me sonaba tan mal así que me acerqué a ellos, los desperté y con señas nuevamente les dije que les daba mi ofrenda. Su respuesta fue OK. No hubo ni agua, ni vela encendida, ni pulsera, ni plegaria pero sí una foto de los tres monjes más monos que me he cruzado.

Cuando comenzamos a bajar para volver a casa, poco a poco iba deshaciendo mis pasos e intentando pensar qué había ido mal. Mientras Ian se agachaba a darle un beso a un caracol, caí en la cuenta que aquella carpa que habíamos traspasado al principio de venta de souvenirs y ofrendas de repente estaba llena de gente y de monjes. Claroooo, era la sucursal del Templo, 5 metros más abajo!!Cómo podía imaginar que el templo podía haber sido reemplazado por una carpa y un pequeño altar con telas de colores fosforescentes. Me imagino los tailandeses mirándome pasar y pensando, a dónde va esta guiri!

Al fin y al cabo, mi ofrenda estaba en manos de los monjes y al menos no me tendré que convertir a ninguna religión ya que no pasé vergüenza alguna. Lo más gracioso fue que cuando nos estábamos volviendo  Ian me preguntó “Mami, y mi pulserita?!” 

2 comentarios:

  1. Amiga, me parece que los cultos religiosos no son lo tuyo.... muy gracioso el relato

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  2. Definitivamente amiga!! Mejor que me quedo atea, jajaja.

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