domingo, 21 de julio de 2013

En busca de los cocodrilos perdidos II

Si algo ha heredado nuestro hijo de sus padres definitivamente es nuestro tesón, una forma elegante de decir
que tengo un hijo que es un pesado. Nuestra primera búsqueda frustrada de los cocodrilos necesitaba de un to be continued , de lo contrario mi hijo nos desheredaría a nosotros.

El problema fue que en una de las conversaciones que tuvimos acerca de los cocodrilos me dijo: “Mamá, cuando vea un cocodrilo le voy a dar un besito”. Sabiendo que en el mundo de Ian eso es más que posible, justamente gracias a su tesón, decidimos hacer una búsqueda de cocodrilos controlados. ¿Y dónde terminamos? En el lugar más obvio del mundo: en el zoo.

Cuando nos dispusimos a buscar información sobre el zoológico más cercano,  en la web llovían críticas decepcionantes acerca del lugar. Pero pensamos: “Malditos ecologistas que colman las redes sociales! Si tenéis esa opinión, pues no ir a un zoológico”. Hasta que llegamos y nos volvimos unos malditos ecologistas.

Cuando llegamos nos recibieron un cocodrilo y una cocodrila de piedra y suspiramos de tranquilidad al saber que por fin estábamos en el lugar correcto. Cabe destacar que la cocodrila, esbelta toda ella y parada en dos pies, hacía topless. No sabemos la causa del mismo, pero asumimos que no era porque se había comido a una europea del mediterráneo. O eso esperamos…

Nada más llegar, nos topamos con lo que las malas lenguas nos habían advertido: el tigre drogado. Junto a él, o mejor dicho encima de él, una pareja que rebalsaba de americanismo del norte por sus poros y sus cabellos platinados. El tigre yacía como Kate Moss en su mejor momento y se dedicaba a poner esa cara entrenada de foto para que en la postal que llegue a Oregon o Arizona se vea lo más bonito posible, disimulando su estado.

Entendimos que ese no era un espectáculo digno de ver por Ian y apuramos el paso para llegar a lo que era el objetivo del día: ver los cocodrilos. No nos llevó mucho encontrarlos. Tardamos varios minutos en distinguir si eran de piedra o de carne y hueso. La única pista que nos condujo a la verdad fue que uno de ellos yacía con la boca abierta, como esperando que le cayera un mosquito o una pierna adentro y, de repente al darnos vuelta, estaba con la boca cerrada.

Es toda una experiencia ver cocodrilos. Yacían hacinados unos sobre otros como conformando una moqueta de cuero, completamente inmóviles. De vez en cuando, alguno se levantaba en posición de flexiones y se sumergía en el agua, solamente dejando ver la punta de su hocico, trompa, boca, pico o como se llame. Su estado de tranquilidad y aletargamiento nada tiene que ver con los 270 kilos de fuerza a la que puede llegar su mordida.

Si bien no fue uno de mis paisajes favoritos (lejos está del lelefante), Ian parecía comerse todo con los ojos. Lo gracioso fue que después de ver los primeros cocodrilos, nos topamos con ellos al menos cinco veces más. ¡Cocodrilos everywhere!

Después de saludar a cada uno de los cocodrilos que nos cruzamos, empezamos a notar que el zoológico también tenía otros animales. Gran sorpresa nos llevamos al ver a las palomas y las cabras como exóticas atracciones del lugar. Lo que son las diferencias culturales. Finalmente nos cruzamos con dos monos. Bueno era un mono y su fotógrafo (Nota: Por favor, ver la foto para más claridad). Por algo está comprobado que de ellos venimos.

Al final del paseo, que no duró más que lo que tardamos en avistar a los cocodrilos, Ian estaba feliz de la vida. Por fin habíamos visto lo que había que ver en Tailandia.

-    Ian, ¿qué fue lo que más te gustó?
-    La cárcel de los cocodrilos, mamá.

Ahí fue cuando me dí cuenta que mi hijo lo había entendido todo.





2 comentarios:

  1. Explicame lo del mural pintado atrás del mono. O es que el mono también es pintado???
    Ian la tiene clarísima!!! supongo que con esto tendrá cocodrilos para rato!

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  2. En cada esquina del zoológico había algún animal con su fotógrafo para hacerse la foto. El mono era de verdad!! Y además estaba completamente amaestrado para posar, darle fotos al que se ponía con él y hacer gracias. De ahí el escenario para la foto. Terrible, amiga!!

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